miércoles, 8 de diciembre de 2010

Danza de las Tijeras, “Taki unquy” y Wamanis.

Danza de las Tijeras: triunfo y desafío

Por: Rodrigo Montoya Rojas (Antropólogo)

La danza de las tijeras y la Huaconada de Mito han sido declaradas patrimonio de la humanidad. En hora buena por este reconocimiento en el mundo. Cuando tenía seis años en Puquio, mi hermano Edwin y otros niños seducidos por la magia de las luces, el baile, el arpa, el violín, y la melodía acompasada de los danzantes con su ritmo en los pies y en las hojas de fierro de los danzantes de tijeras, huíamos de la escuela para acompañarlos por las calles y plazas. Disfrutamos de esa maravillosa tradición que viene desde 1565, sobre todo en tiempos de la “caramusa” de junio, en honor declarado del Corpus Christi y sentido profundamente en honor de los Wamanis, Apus y la Pacha Mama.

Fue en tierras chankas (todo Ayacucho y partes de Huancavelica, Junín y Apurímac) que los sacerdotes indígenas quechuas, en nombre de las guacas -Wamanis, Apus de los Andes y de la costa- se rebelaron contra la Iglesia Católica, exigieron que los llamados indios de entonces renuncien a sus nombres castellanos, se aparten de los españoles, no vayan a ninguna iglesia y que los españoles vuelvan a su tierra por el mismo camino que tomaron para llegar. Derrotados los incas y enmudecido el Sol, supuestamente vencido por Cristo, para defender a la sociedad inca sólo quedaban las guacas locales, los nevados de los Andes. Se rebelaron los “Taki unquy” bailando días enteros, como poseídos por sus Wamanis. Los curas los vieron y aterrados de miedo inventaron la historia de un supuesto “pacto de los danzantes con el diablo”, porque llamaron diablo a toda divinidad que no fuera Cristo, el “Dios único y verdadero” del dogma cristiano. Fueron perseguidos, encarcelados, torturados y deportados al Cusco.

Desde entonces hasta hace no más de 30 años, las creencias profundas de los quechuas y sus sacerdotes salieron de la superficie para ser parte de la nación clandestina.

Hoy, la danza goza de buena salud y es presentada como orgullo nacional cuando llegan presidentes de visita. Como patrimonio de la humanidad se beneficiará el turismo; mientras tanto, los danzantes de tijeras no tienen apoyo alguno y exhiben su saber en tristísimos pampones ahí donde Lima recibe a los migrantes pobres de todas partes. Para que la tradición europea de las mal llamadas elites disfruten con óperas, zarzuelas y conciertos de Música clásica, el Teatro Municipal acaba de ser reconstruido con 12 millones de dólares. Aparecen así los dos rostros del poder colonial.

¿Tendrán los gobiernos del país y de la ciudad de Lima la fuerza suficiente para asumir el desafío de dar a la danza de tijeras y a todas las danzas indígenas las mismas condiciones para su trabajo diario que a las óperas y reconocer el derecho que tienen de ocupar el teatro Municipal y otros teatros limeños más? Lo ganado por Arguedas en 1963, se ha perdido en 2010. Confío en que Susana Villarán apoye la creación de Centros de culturas (así, en plural), en los conos de Lima teniendo en cuenta que Lima es también de todos los migrantes. Volveré sobre la Huaconada de Mito.

Fuente: Diario La Primera (Perú). 04 de diciembre del 2010.

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